11.12.07

De la Ausencia

Voy adecuándome a su ausencia, aunque a veces esa ausencia me trata mal y retuerce mi barriga y dobla la esquina a la que estoy a punto de llegar; como ayer, cuando estaba en el hospital, cerca de sus dominios, donde el desamparo se parece a la muerte.
Luego pienso que su ausencia sólo es un reflejo de La Ausencia, sometiendo cada cuerpo a través del tiempo y el espacio. ¿Será el desamparo una llana idea y la muerte el paso a la verdadera vida? Anoche soñé, como tantas otras veces, que escribía en esta máquina sobre un ser que en otros sueños me transportaría por encima de las nubes, más allá de la pena del desamparo. Me rio, y sin embargo me asusta hallar la recurrencia del asunto en mi diario escribir, porque escribo sobre la vida y sus sensaciones que intuyo de muerte, pero a veces me sueño con algo que no se puede escribir.

4.12.07

Un trastorno, ¿y qué?

La anterior semana tomé unas cuantas pruebas de personalidad, entre ellas estaba el Inventario de Trastornos de Personalidad del DSM IV. Despaché al último de los evaluados y un amigo de siempre, al que llamaré Andreas, me estaba esperando en la antesala del consultorio, como habíamos quedado. Cuando vio que ordenaba unos cuestionarios preguntó: ¿qué es eso? Un test de personalidad que le apliqué al cuate que acaba de salir, le dije. ¿Puedo hacerlo?, se entusiasmó. Claro. Pero después me das los resultados. Seguro.
Los resultados en la prueba de mi amigo son contundentes, efectivamente dan un trastorno de personalidad, pero además, y por sobre todo, están las particularidades que la psicología tradicional es incapaz de enmarcar. Con razón dijo alguna vez una profesora mía que la vida va más allá de la psicología. Si nos basamos en los resultados del test mi amigo debería andar por el mundo con un cartel que le cuelgue del cuello con la palabra: esquizotípico. ¿Cómo debería redactar un informe psicológico de Andreas, que vaya más allá de los libros sobre trastornos? A continuación un ensayo.
Andreas solicitó expresamente que se le aplicara la prueba, mostró entusiasmo y afán a la hora de resolverla, antes de empezar con ella advirtió: “me gustaría tener los resultados mañana mismo, me molesta mucho esperar fallos de concursos y pruebas”. Con esto damos cuenta de la ansiedad, acaso crónica, característica de su tipo de personalidad. Andreas, arquitecto de profesión y ejercicio, radica en La Paz, vive con sus padres, una hermana de veinte y un hermano de veintitantos, él está cerca a los treinta. ´
La convivencia le cuesta. Una vez, urgido por las circunstancias, su hermano tomó prestados unos calzoncillos suyos; al enterarse Andreas se negó a utilizar otra vez la prenda. Desde entonces su hermano optó por no avisarle cuando toma prestada su ropo interior. Difícilmente compartirían otra prenda, pues Andreas viste casi siempre de negro, con poleras de bandas de rock y metal que poca gente más usa. A veces se cubre con un gabán de cuero, el cabello le cae más abajo de los hombros cuando no se hace una cola, estos vienen a ser indicios de lo que el manual llama comportamiento o apariencia rara, excéntrica o peculiar, y además engranan con otro criterio fundamental de su trastorno (trastorno, ¡qué palabra para fea!): un patrón general de déficit sociales e interpersonales asociados a malestar agudo y una capacidad reducida para las relaciones personales, así dice el libro. En realidad Andreas tiene una manera muy peculiar de socializar.
Me pregunto qué harían los esquizotípicos para conocer gente antes de que haya internet, pues Andreas conoce un montón de mujeres por medio del chat. Claro que a la hora de encontrarse cara a cara se ha llevado más de un fiasco, amén de ciertas gratas sorpresas. Con el tiempo ha desarrollado todo un modus operandi: las conoce en una sala común de chat, se las lleva al messenger, termina saliendo a flote el tema sexual, puede que tenga un encuentro virtual como que no, de todas maneras pide teléfono y hace una cita. Una vez en el mundo tangible el asunto toma rumbo.
El manual de trastornos también puntualiza como rasgo suyo: creencias raras o pensamiento mágico que influye en el comportamiento y no es consistente con las normas subculturales. Sí, Andreas tiene ideas raras que le dan vueltas en la cabeza, ahora está obsesionado (los libros también señalan rumiaciones obsesivas) con las rubias. Hace bastante tiempo ha dejado de hablar de su supuesta inmortalidad, creo que en algún momento de verdad se creyó inmortal, ahora es una más de sus estrategias de conquista, hay mujeres a las que les encanta la idea de salir con un inmortal siempre y cuando no sea cangrejo, y Andreas no es ningún cangrejo. La afectividad fría y vacía de contenido, que a menudo se acompaña de anhedonia también se convierte, de acuerdo a las circunstancias, en parte de la estrategia. Recuerdo cierto viaje a los Yungas en que su displicencia vestida de negro despertó la atracción de una chica bien linda: “no, este tipo de música no lo bailo” desdeñó, y despertó aún más atracción. Obviamente no la dejó ir, conversaron mucho, se besaron, y el caballero de la oscuridad terminó bailando de todo, incluso cumbia. Esa fue una de las veces que le llegó el amor, a pesar de que la situación estaba muy lejos de lo que más lo excita: la fantasía. Al descontrol del romance se había entregado ya un par de veces, con y sin fantasías rotas. Cierta época en que se le dio por las vampiresas salió con un chica que se cortó el dedo para que Andreas bebiera su sangre, supongo que tuvo asco y por eso se negó a beber, la historia con vampiresas no fue mucho más lejos.
Suspicacia e ideación paranoide. Es nomás desconfiado, pero hay personas en quienes confía y cree. Falta de amigos íntimos o desconfianza fuero de los familiares de primer grado. Supongo que he llegado a ser un “amigo en primer grado”, Andreas me ha regalado más de un buen libro, un gesto entrañable, un montón de buenos chistes, alguna que otra rabieta, hasta un día me dijo te quiero el muy cursi.
Se ha comprobado que para hablar de una persona los marcos de un trastorno quedan chicos, el paradigma reduccionista de la ciencia (causa efecto) queda obsoleto, un gran avance en cualquier disciplina es aceptar el descontrol, la imposibilidad de lo objetivo, la influencia del observador sobre lo observado. La psicología sistémica toma el paradigma de la complejidad donde cada elemento es causa y a la vez efecto de los otros, en la teoría del caos se busca orden y pauta donde sólo había azar e incertidumbre. Ahí está el afán científico, donde las posibilidades de interacción desafían nuestras posibilidades de cálculo y donde principalmente aceptamos la incertidumbre. Una mirada infantil nos permitirá encontrar algo.

9.11.07

Taller de expresión y creatividad y Un viaje al espacio

Hace algún tiempo comencé a dar apoyo psicopedagógico a Ernesto, quien resultó ser un amigo íntimo de la escritura creativa, ¡tiene unos cuentos fabulosos! Se entusiasmó con la idea del blog y de paso acrecentó mis ganas de realizar un taller de escritura creativa para niños, un taller como el que me hubiese gustado recibir de chango; al buen Pedro Grosmman le hubiese gustado recibir uno de teatro, como los muchos que ya dio, así dijo cuando le comenté mi inquietud, de modo que juntamos las ideas, las condimentamos con otras artes, y una vez sustentadas con herrameintas de la psicología, tenemos listo el taller. Va a empezar el 19 de noviembre, es para niños de 9 a 12, si quieren información, programa, costos y demás, escríbanme. Ahora les dejo el cuento que más me gusta de Ernesto, está también en su blog.

Un Viaje Al Espacio



En California (EEUU) había una vez un niño llamado Corbyn,
cuyos sueños eran viajar al espacio. Su casa era pequeña, pero con jardín muy amplio. El niño tenia 5 años, todas las tardes luego de volver del colegio trataba de inventar alguna maquina que lo llevase al espacio, pero siempre fallaba. Una vez cuando tenia 7 años se junto con los compañeros de universidad de su padre, eran 6: Willi, Raúl, Jackson, Matt, John y Andrés. Eran mecánicos y trataron de inventar varias maquinas en el jardín, pero ninguna les salió bien. Bueno, pero Corbyn no se rindió, siguió intentándolo. A sus 16 años inventó la radio pensando que eso lo tele-trasportaría al espacio, pero no, volvió a fallar. Cuando tuvo 19 años invento el avión pero no podría ir al espacio. Cuando tuvo 25 años tuvo dos hijos, y cuando uno de ellos tuvo 10 años y el otro tenia 5 años el ya tenia 35. No sé qué problemas tuvo con su esposa, pero el tema es que se separaron. Él había escrito cuántas veces lo había intentado: “he intentado 15756 veces” dijo Corbyn, “pero no lo he logrado nunca”, en ese momento entro su hijo y le dijo: “no te rindas papá, yo quise inventar el teléfono, lo intente varias veces y lo logré, nunca te rindas”. Entonces el hombre llamo a sus amigos: Pedro, Andrés, Tom, Mateo y Marcelo, y comenzaron a armar su maquina. Luego de intentar como 20 veces lo lograron. El hombre viajó durante 15 días, muy feliz por su logro. Al volver le dio cáncer a la sangre, pero por suerte tomando remedios y por curaciones se salvo. Muchos años después murió de vejez pero muy feliz y orgulloso de sí mismo

6.11.07

El amor perjudica

“El amor perjudica, cuando uno se quiere tirar a una mujer puede hacer mil cosas con un objetivo claro, en cambio, cuando se enamora, hace diez mil sin saber por qué o para qué”, los parroquianos ovacionamos el aforismo y secamos nuestros vasos, listos para servir más cerveza. Por su puesto, coincidimos en que el amor es una borrachera como cualquier otra, así que lo fundamental radica en seguir borracho. Cuando uno está ebrio, no pretende un profundo cariño por el primer desconocido que se le aparece en frente, ¡en verdad lo siente!, aunque sea por ese instante. Lo malo, o quizá lo bueno, es la inevitable resaca. Así como el tiempo pasa, la resaca llega.
El amor es como la mítica escena de King Kong de 1933, que se supone sólo los espectadores de la premier lograron ver y que después se decidió omitir por su extrema violencia. Son los avances de esa comedia que todavía no nos ha decepcionado. Es como el sexo antes de experimentarlo, y podría quedarse en la memoria como la híbrida sensación y el dejo de dolor de la primera vez. El amor es el más bajo recurso del demonio, que a nombre de Dios se hace millonario vendiendo ilusiones. Y vende como quiere repitiendo la melosa receta de telenovela: intrigas a lo largo de quinientos capítulos comandados por el desencuentro, donde fugaces ritos de apareamiento sostienen el amor, ¿cómo logran sostener la ilusión? Gracias a que el amor es la borrachera que más tiempo se puede sostener en la cuerda floja, pero mientras más tarde en llegar el chaqui es peor. Ha pasado un minuto de la media noche y cenicienta sigue con el traje de luces, pasan dos semanas, un mes, tres, y todavía despierta en la mañana peinada y radiante, puede pasar mucha agua por el río antes de que te atrevas a ver la realidad: con es culito hermoso no caga bombones y el olor que le baja cada veintiocho días es de los peores que hay. Ese imbécil te dijo lo que querías escuchar, el viejo truco de bajar el cielo y las estrellas está en todos los manuales, lo peor es que probablemente él también se lo haya creído.
Puedes tener construido una relación realmente linda, y el amor llega a través de los ojos de esa rubia que te mira en el café y te recuerda el primer amor nunca concretado en el colegio. ¿Cómo habría sido si pasaba algo con ella? Te preguntas una y otra vez, y en el fondo entiendes que era una lotería, nunca sabrás quién era la persona detrás de la sonrisa seductora, ¿cómo vas a saberlo? Estabas enamorado, casi ciego, cojo después de tropezarte con ese bache por estar viéndola en la tele, deshojando margaritas en una propaganda, o del otro lado de la vitrina de esa discoteca a la que no te dejaron entrar. Llamamos amor a la urgencia de nuestro sexo, a las pajas que obstruyen el discurrir de ideas en nuestra cabeza.
¿Sirve para algo el amor? Supongo que su función acaba cuando te acercas a la presa, pero empieza a podrirse en el mismo instante en que dilatas el encuentro con la persona. Ahí está el negocio de las transnacionales. Enamorarse podría ser divino, pero desenamorarse es aprender a ser humano. Al final de cuentas la trampa del amor va a estar ahí siempre, el asunto es dominarlo, dejar de utilizarlo como excusa para evitar vivir. ¡Salud! Por la extinción del amor.

25.10.07

Volteando la tortilla (con el chef Pedro Grossman)


Hace cas dos meses Willy Camacho me invitó a participar de los Lunes de Literatura en el Etno. La invitación había sido hecha con la antelación correspondiente, pero sólo la misma mañana de ese lunes me puse a elegir y ordenar lo que iría a leer. Revisando el archivo de cuentos, me encontré con Platanitos Rancios, uno de esos relatos que escribo cuando una imagen de allá y una idea de aquí se unen y encajan en mi cabeza con hermosa y arbitraria armonía. En casos como este me pongo a escribir sin tregua, aprovechando el frenético impulso de la emoción. Tengo la rara creencia de que, dejando suelto el hilo del relato, la idea se me va a ir de la cabeza en seguida.
Entonces surge una frase que iría bien con el personaje, un movimiento que me lleva a un buen giro… estoy escribiendo algo maravilloso, no caben dudas. Me sobrecoge la emoción de abrir brecha en un relato. Creo que parte del placer es ignorar el punto de llegada, llevar el coche sin saber por dónde me voy a meter en la siguiente bocacalle. Y logro cierta armonía bajo el riesgo del desorden o de un final que no llegue a concretarse. Por eso, una vez terminado el texto base, le doy varias vueltas y, finalmente, lo dejo reposar un par de meses antes de volverlo a revisar y darlo por terminado.
La lectura en el Etno fue un gran pretexto para retomar los platanitos. Me entretuve quitando alguna cosa y aumentando otra, cambiando el tono a ciertas partes, intentando dar humor a otras, pasé casi todo el día en ello. Para la hora de ir a leer rondaba los límites de la satisfacción, aunque me perecía que quedaban algunas hilachas sueltas… de todas formas me estaba doliendo la cabeza y no iba a dejar de leer por corregir, así que imprimí y tomé un trufi que me dejara cerca a la Jaén.
Bebiendo una cerveza con el Estido y el buen Perro Rabioso mi cabeza empezó a funcionar a velocidad normal. Estábamos planeando el modus operandi de la lectura y dije, “qué mierda, mientras lea voy a comer compulsivamente platanitos fritos, igual que mi personaje”. Así que fui a la esquina por unos platanitos de a luca.
El boliche se llenó justo antes de que empecemos; Carlos Arancibia, Oscar Martínez y yo intercalamos lectura y música, luego vino el infaltable y prudente rito etílico, para empezar con pie derecho la semana. Como casi todo lunes, ahí estaba Pedro Grossman y, entre chiste y copa, la amena conversa nos llevó a comentar el cuento de los plátanos, así acordamos trabajarlo para una posible puesta en escena o, al menos, una mejor lectura. El proyecto me entusiasmó sobremanera. De modo que un día de esos caí en casa de Pedro con el cuento bajo el brazo.
“No te apures, tomá tu tiempo; cuando una palabra sea muy larga, cortála en vez de mascullarla”, ahí está el ritmo del Pedrito, calmo, pausado, con esa forma tan particular de anular las horas, que pasan volando mientras trabajamos el texto, me refiero a la versión final del texto, la de ahora. Porque al principio el asunto fue menos fluido: yo escribo un cuento para librarme cuanto antes de su peso sobre mis espaldas, y esta vez Pedro incitaba a que me empape del personaje, le dé nombre, fisonomía, clase social… todo lo que pudiese contribuir a su profundidad.
Empezamos leyendo una y otra vez, identificamos imágenes generadoras, dividimos el relato en partes y tonalidades, y así me fui dando cuenta de las posibilidades del texto. Me costó, me costó llegar al nombre de Wilfredo Cusi, dibujarlo en tres dimensiones sin robarle la sombra ni quitarle los platanitos rancios. En una de esas me salí por la tangente, Grossman mantuvo la calma y con sumo respeto lanzó, junto a anteriores, nuevas provocaciones. Sus certeros golpes llegaban allí donde el relato no tenía con qué defenderse, entonces surgir con nuevos movimientos era menester, ¡acaso me iba a quedar quieto!
Así, movidos por la sensibilidad y el sentido común, llegamos a una entrada más clara y mejor cimentada, que redundó en sutiles cambios para el cuerpo del relato y ayudó a eliminar pequeños detalles y ciertas palabras que no sonaban bien en voz de Wilfredo Cusi. Pedro no escribió una sola palabra, provocó, incitó a encontrar esa incierta manera de demoler un edificio que también él ignoraba. Por supuesto, cada quien voltea la tortilla a su manera, sólo uno mismo sabe de qué está hecha su tortilla, así que uno mismo debe hallar la mejor manera de voltearla. En algún lado leí: nadie te puede enseñar a escribir, pero puedes aprehender. A frases como esa me recuerda el trabajo con Pedro.
La lectura de este último lunes en el Etno, con el texto ya concluido, salió genial. Hay un par de empalmes que debo mejorar, pero no más, el asunto está. “El lunes al leer ya lo he visto como personaje”, me comentó Pedro. Ahora viene la puesta en escena en la que también participaré, con los sentidos bien afinados y también dispuesto a atacar. Como se ve, hay cosas que han quedado para mi futuro trabajo con las letras, y en el camino habrá más. ¡Gracias Pedrito!


El taller de Pedro Grossman dirigido escritores en ciernes, aficionados y también ya afianzados en su oficio, tiene una parte dedicada a técnicas de lectura en público y otra de trabajo individual sobre los textos. Empieza ya nomás, la primera reunión es este sábado 27 de octubre a las cuatro de la tarde. Pueden llamarlo al 71272451 para informarse al respecto.

17.10.07

Lectura en Café Luna Llena

Amigos, mañana Jueves, como a las nueve de la noche, estaré leyendo en el café Luna Llena, en la avenida Ecuador, frente al espacio Simón I. Patiño, no me acuerdo el número. Últimamente se me ha dado por desenpolvar escritos depresivos, aquí les dejo uno, de todas formas prometo hacerlos reír un poco mañana en la noche.

Soledad del paisaje

Una soledad profusa ha poseído mi ser. Ha puesto su bandera de nada en mis tierras, y los invasores desconocidos van construyendo habitaciones de senil arquitectura, de ausencia tangible. Como si planearan quedarse cargan en las espaldas catres sin dueño, y pretenden expatriar las piedras en que viven mis muertos.
Estos extraños parecen amigos, seducen con sus formas y hacen reír, pero se disiparán en la oscuridad, cuando luego de hablarles desaparezca su sol falaz. Es la parca manejando mi paisaje, alimentando los pinos de sequedad, disecando las plantas para que parezcan hermosas, pero al tocarlas se resquebrajan sus flores volviendo al polvo. En lugar de aire se respira una densa enfermedad, pensar es un ejercicio improbable, dormir complicado, soñar imposible.
¿Dónde quedó mi país transparente de aire y agua? ¿Habrá sido cierto? O despertando me vengo a enterar, a enterrar en este vacuo mundo que se deshace entre mis manos. Que se deshace cuando el viento o yo intentamos acariciarlo en un atardecer de despedida, mal venido a un cielo sin estrellas.

4.10.07

A la Melancolía

La melancolía de tus ojos me puede consumir el domingo entero luego de habérmelos cruzado en una conversación cualquiera de sábado por la noche; así de hondos, así de vivos pueden quedarse para siempre en la melancolía infantil de mi universo, vieja melancolía de un solo verso, que me convierte en una lágrima poseída de todas tus penas, y me manda a discurrir por tu piel sin otro derecho que el de discurrir, ¿acaso puedo ser ahora algo más que una emoción sin rumbo libre?, ¿acaso quiero? Anoche soñé que volvía a fluir hasta desaparecer, pero desperté y mi cuerpo todavía estaba allí.

24.9.07

Peregrinas empresas

El mayor proyecto de Oblitas, siniestro personaje de la novela Felipe Delgado, de Jaime Saenz, es montar una fábrica de fuegos artificiales en el Altiplano. Me acordé de él a raíz de ciertos proyectos de vida que pocas veces se escuchan, pero que nacieron de gente muy cercana a mí.
Me voy a referir a este viejo contertulio bajo el nombre de Augusto. Augusto volvió un día de los Estados Unidos con título de economista bajo el brazo derecho; bajo el izquierdo traía la firme intención de empezar los cursos pre-facultativos de arquitectura en la UMSA, convencido de lograr la excelencia que le permitiese especializarse en el extranjero. ¿En qué se especializaría? Ni más ni menos que en diseño y construcción de estadios donde vayan a jugarse exclusivamente partidos de la Liga de Campeones. ¿Ningún partido de otra naturaleza?, le preguntamos a este fanático del balompié y se negó a responder. Para demostrar la seriedad de su empresa, recreó en homenaje ciertos ojitos “celestes como el Bolivar” uno de los estadios que ya contaban con estructura en su cabeza, lo recreo ensamblando viejas piezas de rasti que guardaba celosamente como recuerdo de su infancia. Lastimosamente, el homenaje futbolero no fue recibido de la mejor gana allá en Norteamérica. Dadas las circunstancias, los amigos de Augusto vimos por conveniente guardar un respetuoso silencio; lo único que esperamos, por el momento, es que apruebe los pre-facultativos de la UMSA.
Está el segundo confidente de raros planes, con cierta destreza para la conversación y un amor por las letras que dice cultivar escribiendo a diario. No es que le vaya de maravilla, pero tampoco le va mal con lo suyo. Ostenta un título de psicólogo y otro de especialista que exhibe en su consulta privada, y se ve que disfruta de la conversación terapéutica, sin embargo durante mucho tiempo, gracias a la magia de lo ilusorio, su imaginación tomó vuelo mediante las alas de una abeja. Así es, deseaba dedicarse a la apicultura sin saber siquiera que ese arte al que se sentía llamado, llevaba aquel nombre: apicultura. Todo nació en un viaje a los Yungas, donde las casualidades lo llevaron a compartir mesa con un ingeniero agrónomo especializado en abejas. Tal cátedra recibió nuestro amigo sobre las bondades de la miel y la jalea, sobre la cera y el tratamiento con picaduras, que volvió decidido a comprar un cajón de abejas domésticas para comenzar de una vez el millonario proyecto. Contaba el plan a propios y extraños con inusitado entusiasmo. Algunos allegados no censuraban la posibilidad de la empresa, que sí la idea suya de esperar echado en una hamaca que las abejas hiciesen lo suyo, mientras él elucubraba argumentos para historias que se dedicaría a escribir a tiempo completo. Las piadosas abejas llenarían su colmena de miel a la par que los bolsillos rotos del propietario. Estos animalillos de paso le darían la posibilidad de vivir en el campo, rodeado de todo tipo de árboles y plantas exóticas. No faltó el entrañable amigo aconsejando: “por qué no mejor vendes tu semen”, ni el entusiasta compañero que le regalara el libro “La vida de las abejas”, del célebre Mauricio Maeterlink, dedicándolo así: “con alta estima, para aquel que nada sabe de abejas”. Llegó el proyecto a oídos de un mecenas que, dispuesto a invertir, le pidió su teléfono y prometió llamarlo al día siguiente. Pero luego de compartir un par de cervezas con el visionario “señor de las abejas”, no volvió a dar señales de vida. Cosa rara, el entusiasta apicultor en potencia también fue olvidándose del proyecto, hace tiempo dejó de hacer el mínimo comentario al respecto. Quizá ahora sintoniza en asuntos más acordes a la velocidad del mundo, o tal vez ya cuenta con un par de colmenas, y aprende el arte de las abejas en silente vigilia. Al final de cuentas todo proyecto es realizable en esta vida, el poder de la voluntad es infinito, ¿o qué dicen?

11.9.07

Un gran paso bloguiviano

El anterior sábado, cuando un día después del día del blog comenzaba septiembre, se celebró en Santa Cruz el primer encuentro “bloguiviano”, bajo el lema: de lo virtual a lo real. Si bien la cantidad de asistentes no fue la esperada por Sebastián Molina y su equipo, la calidad de la reunión satisfizo las expectativas de los más de cien jóvenes que allí nos reunimos.
Lo más valioso que el encuentro bloguiviano nos deja es lo suficientemente simple como para mantenerse a través del tiempo: la relación entre los blogueros que se comentaban, tanto como la de aquellos que ni siquiera se habían leído de pasada, se ha establecido, cuando no se ha afianzado. Tal como demuestran los primeros posts y comentarios de después del encuentro, esto redundará en la espontánea recreación de una red nacional de blogueros leyendo, escuchando, compartiendo, viendo lo que el otro tiene para comunicar, a la vez que comunica. Y esto es precisamente lo que los blogueros tenemos en común: algo para decir a través de un medio alternativo. Somos jóvenes curiosos abriendo brecha en las posibilidades que las telecomunicaciones nos ofrecen.
Aún para gran parte de la porción mínima de bolivianos que tiene acceso a internet, el blog es algo desconocido en sus posibilidades o completamente ignorado. “¿Encuentro bloguero?, son macanas, estas yendo a repetir las farras que te mandas aquí con tus amigos blogueros, vas a gastar plata en el pasaje nomás, mejor andá para la feria”, así me respondió alguien cuando le dije el motivo de mi viaja a Santa Cruz. Un amigo bloguero, temiendo que se rieran en su cara, dijo a lo suyos que se estaba ausentando por motivos de trabajo. “Ja, ja, ja, sí, y yo voy a viajar a Paris, a un encuentro de Facebook”, me respondió otro amigo cuando le hable del encuentro. “Las cosas que te inventas para viajar”, retrucó mi madre al no saber de qué cuernos se trataba el asunto al que estaba yendo.
“Blogs: Democracia Radical” decían las postales del encuentro. Cualquiera puede abrirse un blog y los límites del blog dependen de los límites de la mente del autor. El espacio es basto: imágenes, videos, canciones. Alguien dijo muy acertadamente que los comentarios son la sangre del bloguero, y en los blogs comenta quien así lo desee, ampliando el espectro que ofrece my space por ejemplo, cuyo acceso está limitado a quienes tienen una cuenta en su servicio.
Los alcances son impensables para el propio autor, sorprendido leí la entrevista que BBC le hizo a uno de los pocos blogueros cubanos, mostrando Cuba desde la mirada de un transeúnte cualquiera. Alguien que testimoniaba desde Irak se hizo millonario con su bitácora, y es alarmante enterarse de que los soldados estadounidenses que padecen la guerra tienen prohibido por el estado abrirse un blog. Nuestro amigo Marco Montellano tuvo que dejar su trabajo como colaborador de un periódico porque cierta publicación de su blog había disgustado al prefecto de su ciudad.
Cuando Ronaldo Vaca-Pereira vino a tocar a La Paz, había entre el público gente que lo escuchó a través de su blog y ahora estaba ahí. Muchos aprendices de la palabra soltamos la mano escribiendo blogs, buscamos estilo propio y podemos recibir comentarios de aprobación o repudio casi al instante. Hallamos en este medio una nueva formación, o la posibilidad de lanzarnos paso a paso a la temida publicación en papel.
Nuestra sociedad conservadora ve, sin poder reaccionar, las porosidades de su muralla. El cause natural de la homosexualidad y bisexualidad filtra sus ácidas gotas en los lugares donde todavía no ha resquebrajado el muro. A través de su bitácora alguien abre la puerta del closet del que saldrá el rato menos pensado.
La multiplicidad de voces que se pueden amplificar a través del blog es incalculable, y a eso apuntan proyectos como Voces Bolivianas de Mario Durán, y la alfabetización tecnológica a cargo del CEPAD en Santa Cruz. Como dijo Mario, los bolivianos tenemos la posibilidad y el deber de demostrar que somos más que nuestros políticos, que los alteños no viven bajo el principio: bloqueo luego existo.
Ahora está la otra cara de la moneda, es muy fácil abrirse un blog, y el riesgo de la irresponsabilidad es inevitable. “Hay que ser responsables”, marcó en la mesa de periodismo Roberto Dotti, cuando Rodrigo Serrate dio a entender que en el ciberespacio de blog todo vale.
Estamos siendo parte de lo que Toffler vaticinó en su Tercera Ola, la cultura de masas da espacio a lo individual, con su particularidad. Todavía tenemos mucho de la era industrial, pero las posibilidades cibernéticas cada vez son mayores y van ganándole espacio a lo masivo. Los grandes templos se desgastan, las catedrales cada vez se parecen más a un museo que a un lugar de culto y, los blogueros, siendo cada cual un granito de arena, aportamos a ello.
En la página del encuentro hay más de cincuenta posts sobre el encuentro. El reto es fortalecer la red nacional que se ha creado con romántica esperanza en la bolivianidad a través de la bloguivianidad. La mayor conclusión del encuentro es que todos somos bolivianos más allá de las diferencias. ¿Qué es la bolivianidad? “Para los cambas autonomía, para los sucrenses capitalía plena y, para nosotros, los paceños, statu quo”, opina un amigo mío. Propongo una discusión abierta y honesta sobre estos temas que no se tocaron en la mesa de política del encuentro. El ciberespacio permite un debate de ciudadanos, que vaya más allá de los intereses de los políticos que están haciendo mierda nuestro país a nombre de la defensa de la bolivianidad.

9.9.07

Lectura en el Etnocafé

Ocurrente antes que rabioso, pero perro al fin, el Oscar Martínez estará leyendo sus cuentos este lunes 10 en el Etno, a eso de las 8:30 p.m; para que no se sienta como chapi kala, y luego ande diciendo por ahí que me he hecho el Oso, le voy a acompañar con algunas poesías y relatos. Esperamos su asistencia y concurso en este encuentro de animales.
Ahora les dejo con un poemita que espero leer sin prisa y con pausa, venciendo de la nerviosidad del momento.

El humo

El humo tiene un toque
entre blanco y azul.
Hace espirales
y a veces un trazo largo.

El humo se aleja
con sólo un respiro.
Puede ser las almas,
si quieres: fantasmas.

El humo indispone,
hipnotiza, asusta.

Algo se refleja,
algo se revela.
Algo se calla
cada vez que se habla.

Y quien fuera el humo:
elevándose como si nada,
como si nada
las cenizas le costaran.

6.9.07

Un sueño dentro de otro sueño,
y este sueño en el que escribo.
¿Cuándo despertaré a la verdad?

4.9.07

Del Encuentro Blogiviano.

L@s bloguer@s de Bolivia reunid@s en Santa Cruz nos declaramos BOLIVIAN@S por encima de cualquier otra etiqueta, comprometid@s con la PAZ y la FRATERNIDAD y determinad@s a hacer todo nuestro esfuerzo en pro de la ansiada CONCORDIA nacional."


Muchas cosas para decir. Primero ¡Gracias! De lo virtual a lo real el perro rabioso y yo, además de Ceci Sakura, fuimos a dar al hogar de la mismísima Capsula del Tiempo, donde, si bien todo pasa, todo también queda; a nosotros nos queda su cariño, hospitlidad y esa increible capacidad que Vania tiene de hacer mil cosas, y hacerlas bien.
La inolvidable y poderosa vos del Poeta Enmascarado, Marco Montellano. El chapaco es capaz de cantar cuatro horas sin repetir canción e interpreta las canciones de Sabina que uno menos esperaría, además de cuecas, morenadas nadas y estilos todos. Como bien dijo esta confraternización de bolivianos se sucede a diario, en muchos lugares, pero nosotros tenemos la posiblidad de difunfirla por el blog.
Sebas y equipo: gracias una vez más por propiciar esta reunión, las posbilidades del blog se han ampliado en mi cabeza y sigo rumiando la información.
El perro rabioso que temía un buen puñete de lo virtual a lo real, se llevó los aplausos y las risas de todos, yo aplaudo que en todas las veces que muerde no se olvida de firmar. Así vale la pena, pueees.
Bueno, hay más para decir, ¡que el entusiasmo continúe y crezca a través del blog!

27.8.07

El Patio Trasero

La anterior semana publiqué este artículo en El Semanal de mi amigo Quintacho, espero sus opiniones sobre el tema amigos bloggers.

Aprovechando el fin de semana largo que conmemoraba el aniversario de nuestro país, algunos amigos y yo decidimos salir de la ciudad a manera de regalar a nuestros pulmones con el aire puro de Coroico y a nuestros acelerados ánimos con cerveza helada, que tan bien cae en el calor de los Yungas.
Reservamos espacio en un alojamiento algo alejado del pueblo, pues en fechas como ésta Coroico se convierte en un hervidero, adquiriendo cierto matiz citadino, justamente lo que queríamos evitar. Las cosas salieron de maravilla: nos divertimos entre humedad y niebla como si fuese la última vez. La frenética seguidilla de canciones de buenos borrachos y las grandes reservas de agua de la vida permitieron que la euforia se trocase en sueño, el sueño en humor, y el humor en euforia otra vez; así el cuento hasta el inevitable rato de volver a la triste realidad del trabajo en la ciudad. Fue un viaje de aquellos, uno de los periodos más largos en que dejé de pensar en mañana y preocuparme por cualquiera de esa pavadas que solemos inventar para preocuparnos. De hecho pasó lo mismo con el resto, pues nadie se acordó de ir al pueblo a reservar pasajes con un día de anticipación.
Terminal de Coroico, lunes en la tarde, la gente bordea el pánico y está dispuesta a meter un codazo y hasta un puñete para colarse en la fila que no avanza, la incertidumbre es total, alguien dijo que “posiblemente” habiliten pasajes, pero nadie sabe si ese alguien era la boletera de la línea. Dicen que a veces hay espacio en los buses de los que llegan a Coroico en bicicleta, entonces hay que pararse en la salida del pueblo a ver si la suerte o la piedad de un chofer están de nuestro lado. Si hubiese una mujer en el grupo, sus habilidades pestañeando podrían servir, pero las chicas ya se fueron en la vagoneta del padre de una de ellas, que estaba en el pueblo. Somos cuatro tipos sudorosos y empolvados sin opción, hay que llegar a trabajar sí o sí al día siguiente. ¿Qué hacer? Subimos a la plaza a ver si hay algo, miramos a un lado y al otro, los carro particulares van rumbeando la ciudad, a ver si encontramos algún conocido entre ellos… nada… el tiempo pasa y la desesperación crece. “Voy a la terminal otra vez, si encuentro algo los llamo”, me separo de mis amigos sin mucha convicción.
Husmeo entre las boleterías y luego voy a los carriles donde estacionan los buses. ¡Ta ran!, una vagoneta de esas largas en las que caben cuatro personas cómodas; con esfuerzo, y doblándose en ocho, en la parte de atrás entrarían otras cuatro. Está el chofer acomodando su llanta de auxilio y, expectantes, dos turistas de esos que pasean por San Francisco y sus alrededores en La Paz como si estuviesen entrando al monte: con grandes mochilas, chanclas, sombrero y chompa de imitación de alpaca.
“Che hermano, ¿tienes espacio en la vagoneta?” “Contrato es, está lleno”. “¿Cuántos estás llevando” “Cuatro”. “Nosotros viajamos aquí atrás, no importa, te pagamos como pasajes de bus, somos cuatro también”. “No van a querer estos gringos”. “Yo les charlo hermano”. Hablo con los extranjeros y me proponen pagar menos de lo que habían acordado con el chofer en caso de que utilicemos la parte trasera de su vagoneta. El chofer se niega a la oferta en principio: “más pesado, se gasta más gasolina, no se corre bien”, “Si vamos nosotros vas a ganar más que con el contrato que habías hecho con ellos”, le ofrezco un poco más, él pide un poco más todavía y quedamos en un punto intermedio. Les digo a los gringos que el trato está cerrado, y el más viejo de ellos me dice que está apurado, que si van a venir otros vengan de una vez. “Están en camino, también estamos apurados, mañana trabajamos”, le respondo.
Dos de mis amigos trabajan en una importante consultora ejerciendo su profesión, al otro no le va mal, yo cuento con un trabajo estable; vivimos en barrios privilegiados de la ciudad… de ninguna manera me molesta viajar doblado en ocho, no, no, pero el dolor de cuello y espalda que duró tres días me invita a pensar un poco en lo siguiente.
Para cualquier ciudadano del primer mundo o del segundo, gane mucho o poco dinero, venir a pasear por Bolivia le sale regalado, es como irse a dar una vuelta por el patio trasero de la casa, claro, y nosotros terminamos en la parte trasera del auto del patio trasero del mundo. Pasear por Bolivia puede resultar pintoresco y divertido, sólo hace falta curiosidad. Si limpias pisos en Chicago tranquilamente te das unas vacaciones de lujo en Santa Cruz, y como eres rubio y alto es muy probable que alguna mujer bella o un hombre simpático caiga ante tus encantos. Es más, yo conozco a una muchacha que estudia en cierta prestigiosa universidad privada de La Paz cuya mayor aspiración es conocer a un europeo en un boliche, enamorar, casarse y salir del país. Esto es más que chiste u ocurrencia, es triste y grave. Ella lleva años en la faena, y empieza a desesperarse por la extraña sensación de que el culo se le chorrea y su tren se va. ¡Qué mentalidad como estrecha!, yo digo. Y pienso además que este caso es totalmente distinto al de los que realmente padecen las circunstancias de nuestro país, y desesperados deciden lanzarse a la posibilidad de una mejor vida fuera de nuestras fronteras. Eso de soñar una mejor vida afuera se ve a todo nivel y todos en algún momento lo hemos pensado, uno de cada dos bolivianos quiere irse, y eso nada tiene que ver con el amor que le tenemos a nuestra tierra, nuestra cultura, nuestra forma de vivir.
Fuerzas ajenas a la voluntad de los ciudadanos del mundo que somos hacen que la situación del extranjero en Bolivia sea la otra cara de la situación de un boliviano en el extranjero. Varias ideas se me quedan en el tintero respecto a este tema, y otras tantas por rumiar. A usted, amigo lector, ¿le parece injusto? ¿Qué podemos hacer al respecto?

16.8.07

De los trece

Imagino haberte amado sin la gravedad de los trece, esa gravedad sacada de los pelos, traída de no sé dónde, ese resabio de una estrella sin luz hace miles de años, esa ceniza capaz de contaminar mi corazón… debieras enterarte que la estrella enferma termino de morir y en este instante te estoy amando como si nada: como el sol reverbera en un acto de amor al agua, como la música del campo recreándose sola, como el indómito espíritu que nos habita; por este instante, amándote más allá del pasado y el futuro, soy de una vez artista.

13.8.07

Cicatriz: un libro de cuentos de Eduardo Alvarez Sanchez

Dos reseñas de dos cuentos cotidianos

Gabriel Pantoja G.
El pájaro errante

Al autor lo conocí un lunes a las ocho de la noche, en un boliche, cuando los vasos están limpios y el vino no escasea. Me compartió sus inquietudes literarias. Hablamos un poco de poesía, de escrituras alternas, y fue esa imprudencia mía preguntarle si había publicado algo reciente. Para mi sorpresa, sacó un libro como se saca un pañuelo del bolsillo. Me lo dedicó esa vez; ahora creo que lo pensaría dos veces, pues, cometió una imprudencia. Al finalizar la noche le prometí reseñarlo, o algo parecido. Han pasado varias semanas y esto ya se convertía en una mentira más.

Cicatriz
Desde la dedicatoria puedo colegir el rasgo de la profesión del autor: “A mi padre por enseñarme a jugar”. El juego, como quien diría, es una función elemental de la vida humana, sin él, prácticamente, no existiría cultura. Lo lúdico está presente en nuestro destino humano, y generosamente para el artista. Esta introducción es la primera pauta de lo que serán en posteridad los cuentos del autor. Hojeando el libro más allá y después de esta dedicatoria me encuentro con la primera cicatriz-estimo-, el prólogo. Sobre el prologuista debo decir ciertas cosas, su fidelidad con el autor, su falta de sinceridad, si no, su escaso conocimiento del género. Recuerdo aquel prólogo de Manfredo Kempff S. que hizo a Esa distancia particular, libro de poemas de Mauro Bertero, que empieza diciendo: “Nunca he sido conocedor de la poesía, ni me he preciado de haber sido, tampoco, un gran lector…”¡Modestia aparte! ¡Excusa por demás! El prólogo cuando no es bueno es impertinente y por tanto innecesario. A este libro no le falta un prólogo de esta magnitud.

“Cicatriz”

Un momento en la vida de un talentoso peluquero es sin duda el cuento “Cicatriz”, el primero de este libro, de Eduardo Alvarez. Encontramos en este cuento un bello reflejo de la posibilidad del hombre frente a su entorno. El personaje nacido de la clase media pobre se enfrenta con cierta capacidad a la realidad cotidiana.

La cotidianidad es un espectáculo que hay que recrearlo con mano hábil. Hay una lucha patética y trágica en ella. El autor comprende esta posibilidad y se entrega no a la piadosa contemplación sino a la acción ritual de la realidad en el corte de pelo. Hay un acto romántico en esta vinculación peluquero y cliente, una ceremonia cotidiana. Así lo pensé mientras leía este cuento.

Romper la apatía del lector quien se aferra a su realidad es difícil. Por eso creo que las historias que se relacionan con su cotidianidad recrean su vida; se ven identificados con la reflexión de su rutina. “Cicatriz” es algo así. Una hermana solterona y una madre divorciada y el padre enfermo es la imagen del hogar que queda. Al hijo rebelde-alejado de la casa paterna-sólo le queda la posibilidad de la sobrevivencia, aunque, no patética, pues, éste, le saca partido a la adversidad con humor.

Aunque subyacente pero procaz la narración nos envuelve en esa cara de la vida, el juego. Si hay un límite a este desenfreno es la imagen del padre enfermo, que al final muere. Hay frivolidad, sí, en alguno de sus actos del personaje, como el de cortar la oreja a un cliente y estar tan tranquilo al respecto, o gritarle al chofer de un micro. Si de símbolos hablamos en la cabeza del personaje hay una cicatriz. Esta cicatriz, causa o no de su irreverencia, permite que cada escena sea un acto lúdico. El narrador es irónico, hilarante y desenvuelto con esta imagen.

“La verruga y el infierno”

“La verruga y el infierno” es otro de los cuentos de este mi amigo escritor. El argumento es sencillo, hay una deudora llamada Gabriela y como acreedores una familia, entre los cuales hay una Gabriela, la narradora. Se produce al final un crimen. La excusa para este crimen-si es que hay una excusa para el crimen-, la verruga en el rostro de la abuela. El primer párrafo de este cuento y el último son perfectas maquinarias narrativas: principio y culminación. Perfectas digo porque hay una construcción anticipada de los hechos y un juego de sentidos. Nadie se daría cuenta que el cuento acabaría con una muerte, injustificada viendo las circunstancias que lo condujeron. Gabriela es una niña con rasgos dulces e inocentes, nadie sospecha que tiene una intensión para con su abuela. Críticos podrían argüir la culpa a las películas que vio, pero yo podría decir, el culpable es la imaginación desbordante de infancia. Ella nos entretiene a nosotros incautos lectores, y hasta aburre con la historia de los problemas financieros de su familia, pero de forma insospechada está abriendo el camino para su acto final.

Si en una palabra definiría Cicatriz es COTIDIANIDAD. Si algo le criticaría a su autor es su libertad de estilo temprano, su sinceridad en algunas entradas. Estas posibilidades expresivas en mano de un escritor joven son meros experimentos, como es el caso de “Correspondencia extraviada”. Como el titulo lo señala son correspondencias, pero el caso está en que, un cuento en esta magnitud no sobresale. La correspondencia se limita, en todo caso, a la comunicación a secas y no así al hecho narrativo-ficcional. La utilización de la primera persona (recurso autobiográfico), en este caso no constituye para el argumento íntegro y nos señala historias fragmentadas o varias voces, entre el remitente y el destinatario. Hay una propuesta al respecto interesante de Silvina Ocampo de un cuento en correspondencia titulada “La casa de los relojes”, en el libro de cuentos La furia. En este cuento la historia se desenvuelve según el argumento autobiográfico del que remite; en esta comunicación, no participa el destinatario que en todo caso, debería ser de forma implícita el mismo lector. Correspondencia aparte y cuento será mejor en Cicatriz.

6.8.07

Fragmento de Seinfeld

Hay un capítulo de Seinfeld que se llama “The Mango”, es buenísimo, y se cierra con este fragmento:

El orgasmo femenino es un poco como la baticueva, muy pocos saben dónde queda y, si tienes la suficiente suerte de verla, es probable que no sepas cómo llegaste allí, ni cómo salir cuando quieras irte.
Hay dos tipos de orgasmo femenino: el verdadero y el fingido. Y les confieso, como hombre: no sabemos diferenciarlos, no, no. Porque para los hombres el sexo es una especie de accidente de tránsito, y determinar el orgasmo femenino es responder al interrogatorio: ¿qué vio luego de perder el control del carro? Escuché varios sonidos escandalosos… hubo un punto en que miraba en dirección incorrecta, y al final mi cuerpo salió volando.

23.7.07

Saludando de julio el gran paro

Viernes 20 de julio, día de cabildo en La Paz. Bajo la consigna de “la sede no se mueve” el acatamiento de la ciudadanía es total. En cualquier paro de transportes o cívico encuentro algo para llegar a mi trabajo temprano en la mañana, y me doy maneras para desarrollar mis actividades cotidianas normalmente. Hoy es otra la historia, entidades públicas y privadas acatan, las calles están desiertas, lo que más me agrada de esta causa es que de alguna manera todos los paceños, amén de muchos no paceños, estamos de acuerdo en algo. Obviamente hay maneras y maneras de apoyar, en las vecindades de mi barrio (zona sur) poca gente sale de su casa, mi familia planea cocinar algo especial y descansar, “si no fuera tan lejos, yo iría” dice mi hermano, lo mismo que mis amigos de la zona. Prefieren ver el evento televisado. “Gracias por ponerle el hombro a La Paz, eres el orgullo de la familia” dice mi hermano, no sé si en chiste o en serio, cuando estoy saliendo con mi descolorida mochila y vistiendo una chompa guinda.
En la avenida de Cota cota el tránsito es mínimo, pasa uno que otro auto con banderas de La Paz y Bolivia, además de algún apurado conductor. Trato de detenerlos, es incierto el lugar hasta el que pueda llegar, pienso. Opto por bajar caminando cuando un minibús se detiene ante mi tímida señal. “Voy a ir hasta obrajes, de ahí toman otro”, advierte, y me subo sin chistar, una muchacha viene corriendo y el chofer la espera. El minibús está lleno y sube sin premura, la transmisión del cabildo se escucha en la radio, esto parece un paseo. “El Ketal estaba abierto y lo habían querido kalear, han tenido que cerrar”, comenta el copiloto a su amigo que conduce. En la dieciséis de Obrajes hay un montón de trufis subiendo en caravana, son los ATL. Tomamos la 14 de septiembre para esquivar la lentitud de la tropa y, como en un acto de inercia, el conductor llega hasta el final de obrajes y toma la avenida que nos llevará al centro. Conversa, maneja, escucha radio. A este ritmo llegamos a la Plaza del Estudiante. “Hasta aquí nomás voy a subir, servidos”. Intentamos pagar, “no se preocupe, déjelo” rechaza el copiloto. El acceso al Prado paceño es únicamente peatonal. La gente camina con banderas bolivianas y paceñas, otros las deja flamear por las ventanas de sus autos; hay una sola vendedora, y sus tucumanas se acaban en un soplido. Me siento en las gradas de la Biblioteca Municipal, donde voy a encontrarme con dos amigas para subir a La Ceja de El Alto.
No hay de dónde llamar, me pongo ansioso pero en el ínterin llega una de mis amigas, la otra no tardará mucho más. Los autos toman las vías alternas, nuestra caminata empieza en El Prado, bajo el invernal e infernal sol del invierno paceño. Entre chiste y chiste, casi sin darnos cuenta, llegamos a la avenida Montes. “Ese de allá, el de camisita azul, es camba”, comenta Gaby. Es un buen momento para abrir la botella de agua que llevo en la mochila. Nos detenemos por un instante a beber y decidir entre tomar un atajo por el bosquecillo de Pura pura o continuar por la autopista. El bosquecillo gana, y sólo cuando estamos en medio del sendero, sabemos que la pendiente es bastante respetable. Agitado, me acuerdo del un cuento de Bascopé Aspiazu que se desarrolla en este mismo escenario.
“¿Falta mucho para llegar?”, pregunta Pamela limpiándose la frente. “No ya están cerca, esta cuestita nomás es”, le responde un peregrino que viene de bajada. “¿Por qué están volviendo”, cuestiona Gaby, habida cuenta de que también hay bastante gente bajando. “Por razones ajenas a la dificultad del camino, sigan, ya van a llegar”, responde amablemente el caballero. Jamás había respirado una La Paz más amable, han pasado las doce del medio día, el cansancio nos obliga a parar cuando los micros parados en la autopista se hacen visibles. Sacamos el agua, una muchacha agobiaba pide que le invitemos, se la ofrecemos al resto de sus amigos, por suerte hay bastante.
Salimos triunfales al medio de la autopista, hay volquetas de la alcaldía subiendo, no llegarán mucho más lejos, estamos en el punto donde los buses y micros que transportaron a los concurrentes yacen parqueados. Muchísima gente sube, otros tantos ya están de vuelta, a lo lejos, las arterias de la autopista se ven colmadas. Los oradores han empezado sus discursos, en altoparlantes instalados en algunos postes centrales de la autopista se escuchan sus voces cargadas de emotividad, algunos autos también le han puesto todo el volumen a la transmisión radial.
La memoria colectiva de quienes habitamos la hoyada es tricolor, hay muchas más banderas de éstas que de las paceñas. La marcha es interminable, en un punto de transmisión empieza a sonar el himno a La Paz, la gente sigue caminando. “En otro país todos se hubiesen detenido y estarían con la mano en el pecho”, comento. “Cada pueblo tiene su manera de hacer civismo, este no es otro país”, me contesta mi compañera. Para cuando lleguemos a La Ceja el acto habrá terminado, la inamovilidad de la sede se aprueba por mis compañeras y por mí como a un kilómetro de distancia.

11.7.07

El quinto

En La Paz, y no sé en qué otras ciudades, hay unos autos dedicados al transporte público que alguien tuvo a bien definir como trufis. Trufi quiere decir taxi de ruta fija, y yo, como tantos ciudadanos, lo utilizo a diario para ir al trabajo. Cuando me subo al trufi a las ocho menos cinco, sucede algo totalmente distinto de lo que sucedería si me subo a las ocho y cinco.
Los pasajeros de primera hora suelen ser oficinistas apurados, seguramente marcan tarjeta o firman algún cuaderno de control con un inmenso reloj al lado, destinado a evitar el trabajoso ejercicio de poner la muñeca al alcance de los ojos, proceso en el que además se perdería más tiempo antes de anotar la hora de ingreso; al menos en mi trabajo así son las cosas, pero ese es otro cuento, lo importante es que todos vamos apurados a esta hora, misma en que los trufis de Los Pinos tardan menos de cinco cuadras en llenarse. Entonces la ventaja es que nunca va a faltar un pasajero diciendo: maestro, si todos van hasta el centro, ¿podemos ir por la costanera? A lo que el chofer pregunta: ¿todos van al centro? Sí, sí, mejor todo por atrás, así nos evitamos la trancadera, consiente algún pasajero y los circunstanciales compañeros asentimos alegres. Nos quitamos de encima el peso de todos los semáforos en rojo que podrían significar algunos minutos de atraso.
Nótese algo interesante: cuando el taxi de ruta fija deja de serlo, mi día, igual que el de tantos otros, ha comenzado de la mejor manera posible. Puedo subir caminando la cuesta de la Rosendo Gutiérrez, en una de esas hasta me tomo un juguito de naranja en la 20 de octubre, ideal para mi estómago vacío.
Ahora, tomando el auto a las ocho y cinco debo resignarme a llegar hasta quince minutos tarde: la ruta fija de hecho se cumple. Las calles pueden estar saturadas o medianamente llenas, pero nunca límpidas, y en estos avatares que comprometen la nerviosidad del cliente, a manera de pasar el tiempo, me planteo una vez más el eterno problema del quinto pasajero, ¿indigno o sobrante? Algo así rezaba hasta hace poco un inmenso cartel en la avenida Ballivián.
Este quinto pasajero redunda en un dilema así como el de buscarle la quinta rueda al coche o los tres pies al gato, aunque esta vez el asunto estaría resuelto: ahí mismo, al lado del chofer, está el espacio para el quinto pasajero, sacado de donde no hay, tomado de los pelos, funcional y casi inamovible. Dependiendo de las circunstancias, ser el quinto pasajero puede resultar malo, bueno o incluso saludable para el ciudadano de a pie; respetar al cuarto sería también un acto de caballerosidad y amable diligencia. Dos o tres ejemplos.
Las seis de la tarde y media. Todos se están recogiendo del trabajo y en la avenida Montes un respetable caballero abre la puerta delantera del trufi para subir ayudado por su bastón. Más abajo, a la altura de la iglesia de San Francisco, dado que en la Pérez no se para, se agolpan no sé cuántos pasajeros. El chofer impide que uno de más se taquee al lado del respetable caballero. Debería dejarlo subir nomás, yo me acomodo; aduce este último. No señor, ¿cómo lo voy a incomodar así?, contesta el conductor. Por la avenida Mariscal Santa Cruz el semáforo da rojo, un peatón intenta subir pese a que el auto está en el carril medio, se le niega la entrada con un gesto y cerrando la puerta que ya había abierto.
Otro ejemplo. Pasada la una de la tarde el trufi se dirige del centro a la zona sur con cuatro pasajeros. En la 16 de obrajes una muchacha sube. ¡Qué le pasa, está prohibido llevar quinto pasajero!, se altera el amigo que va adelante. La muchacha ya se ha subido incomodándolo y estamos avanzando, el chofer contesta: siempre llevamos, la gente sabe, usted no debe ser gente. Me voy a bajar, el otro todavía sube el tono. Bájese pero me paga. Se baja sin pagar y el chofer baja tras él. Se arrostran y ninguno se anima a lanzar el primer golpe. ¡Vamos al transito!, se sube el alterado pasajero y despotrica buscando ganar lo que para él debe ser una contienda de vida o muerte, ¡vamos al transito carajo!, repite. Si van al transito pierde los demás pasajeros, los otros cuatro nos bajamos sin pagarle; sentencia alguien de atrás. Como estamos en Calacoto, cerca al final de la ruta, esto no le conviene al conductor. Finalmente el alterado amigo se baja en la esquina del que sólo Dios sabrá si era su destino. Paga y sale sin cerrar la puerta. El chofer la cierra y una doñita comenta: se ha debido pelear con su mujer y viene a desquitarse, está mal que haya quinto pasajero, pero qué vamos a hacer, a esta hora tenemos que llegar a nuestras casas, almorzar como locos y volver a salir.
Último ejemplo. Estoy tarde, levanto el dedo índice con intenciones de que el trufi me recoja, hay tres personas atrás y una adelante; encima de que estoy tarde, en un acto de consciencia ciudadana, el conductor me desprecia como quinto pasajero… No hay derecho señores. Es sabido que con tal de llegar a destino, los más de los transeúntes preferimos ir incómodos, doblados en ocho y atenidos a la imprudencia de quien maneja tanto como a nuestra suerte. Ahora también está la posibilidad, acaso remota, de que siendo uno el quinto, la cuarta resulte ser una muchacha de fresco aroma, que acosada por el frío de la mañana, en un acto de tácita o inconsciente confianza, pose la pierna cerca, incluso encima de la del otrora despreciado quinto. Entonces el calor sustituye cualquier incomodidad o palabra de más, el trabajador llega tarde e inexplicablemente contento ante los ojos de quien tiene el ingrato oficio de controlar la hora de llegada. Ese quinto espacio al lado del chofer le ha hecho un bien al universo. Punto.
Las disputas y amistades que se pueden trabar con la excusa del controvertido quinto pasajero, son muchas, y yo pienso que el trufi es un poco como todo, también un poco como nuestro país, la pregunta es: ¿dónde estarán los conductores y pasajeros dispuesto a ceder o compartir algo de su espacio?

2.7.07

Nada, excepto tu ausencia

Nada, excepto tu ausencia, impide la noche. Y la noche va a llegar. Debiera ser suficiente contigo faltándole al espacio de mis ojos, debiera bastar con mi almohada pidiendo tu consejo, rogando tu calor a la hora de la siesta. ¿Dónde está la primera estrella para pedirle un deseo? ¿Dónde mis alas para migrar al extremo donde el sol se olvida del oeste? Me he jactado del silencio que escucho, de la palabra que invoco, de mi soledad. Y aquí estoy, entrampado entre ideas, libros y lápices que esta vez no narcotizan. El reflejo de la última claridad es tu ausencia impidiendo la noche que siempre quiere y consigue habitarme. Riéndose de mis jactancias, tu ausencia es una noción de lo imposible, y de todas formas estoy seguro de que puedo abrir el corazón.

20.6.07

Este diario es fundamental para mi mente escurridiza y sus posibilidades. Se puede decir que esta vida dura mucho menos de lo que los relojes pretenden, pero en realidad el tiempo no existe: esta vida dura otra cosa y otra más, y una cosa otra vez, nada que ver con relojes. El día de ayer está tan lejos de mí… lo leo y son las palabras de otro que alguna vez pude haber sido, en cambio la infancia de Alto Obrajes toma mi mano ahora, y el frío deja de existir en Cota Cota. Acaso en una de esas me toque ser el padre que nunca tuvo mi madre. Yo no digo esto o aquello pretendiendo la verdad o su falsación, me importa lo que le hace bien a mi espíritu, y eso que no entiendo bien lo que estoy diciendo, tal vez ni siquiera lo entiendo mal… ¿será un poco así el asunto?

11.6.07

Amor Eterno

Nos unen juegos mayores que los del papel sellado. ¿Para qué disfrazarnos de promesas inciertas? Si esas están bien lejos, allá en el cielo transitan las nubes de promesas.
A ti y a mi nos hace mal la poesía romántica de los que quieren andar de la mano en campos de nubes sempiternas, o esposados a esa fantasía de nombre seguridad. Hay quienes navegan felices en la fantasía monógama, pero mi amor es inmenso y de rostros varios. Quiero ser un Mesías para mujeres, escucharlas si saben contar historias, seguirles el show si son actrices, escribirles poemas si los componen, amarlas a todas por igual, amarlas en la cama, en el baño, en el pasillo, en la calle vacía. ¡Que todas me gusten tanto como tú!
Qué poco pesa la palabra puto, cómo se esfuma la maledicencia cuando me llamas amigo. Tú encima primero si así lo deseas, por este y también por el otro lado vamos naufragando, yo no pierdo horizonte, siempre voy por cualquier lado... divaguemos esta noche, súbete a mi balsa, vayamos rumbo a ningún lado; por algo nuestras miradas se cruzaron, crucemos la frontera de la noche, te prometo las estrellas. Hoy, pero solamente hoy, te juro amor eterno.

21.5.07

Una tarjeta

En el consutorio del doctor Milton H. Erickson

Cuando te detienes a pensar en todos los misterios del universo... ¿no te sientes pequeño e insignificante?

Y dentro de la tarjeta:

YO TAMPOCO

29.4.07

Décimas íntimas de Gastón Silva Carvajal

Hace ya algún tiempo, y gracias a un amigo muy querido, llegó a mis manos un CD que compendia varias poesías de este señor envejecido con las marcas de quien sabe maravillarse ante la mínima expresión de vida. Él se dedica a dar clases de inglés en un pequeño pueblo, al que un día de aquellos arribó un músico que supo dar a sus versos el aire que merecían. Comparto con ustedes una las décimas que me conmovió.

Tiempo

Pasa una nube fugaz
sobre el prado florecido
y ese momento vivido
ya no volverá jamás.

Todo va quedando atrás
asfixiado en la memoria,
no se repite la historia
en el rodar de este mundo,
sólo el anhelo profundo
de ver esplender la gloria .

¿Qué será el tiempo en verdad?
Me pregunto si no es
fuga de un mes y otro mes
con rumbo a la eternidad.

¿Son brillo u opacidad
los años en su conjunto?
Y entre tanto me pregunto
¿qué es lo que lleva o lo que trae?
El tiempo es polvo que cae
sobre los recuerdos, punto.

19.4.07

Ordenar mi cuarto

He intentado ordenar mi cuatro un montón de veces desde que empezó el año, pero me voy dando cuenta de que es una difícil empresa, es como ordenar mi mente bajo un buen criterio que archive eventos en folders amarillos de acuerdo a su valor metafísico. Algunos archivos podrían llegar hasta más abajo del suelo, mientras que otros levitarían….
¡Th! En lugar de divagar traigo siempre el cronómetro en la mano derecha, y en la izquierda la torpeza de esquivar las memorias que pasan por mi lado, dando cuenta de que no me estoy dando cuenta.
De vez en cuando se eleva mi mente, entonces vuelve toda la poesía como si alguna vez la hubiese entendido. En ese momento no caben dudas: sí la he entendido. Mi cuarto sigue desordenado. Desearía escribir un fragmento del cielo cada día y conversarlo con las otras personas cuando saben respirar sin tragarse los sueños.
Un sonido que deviene melodía… hoy sí me siento vivo.

1.4.07

De aquisitos

De aquisitos allasango te extraño
los más de mil kilómetros caminando,
De allasango aquisitos me he traído
un aroma, un suspiro, tres gotas de sudor.

De aquisitos allasango aún evoco,
del embrujo consumado en tus rizos no hay poco.
De allasango aquisitos no me harto,
como de tocarte, dije, nunca me hartaré.

De aquisitos allasango puedo esperar
un día, dos meses, tres años,
con tal de que vuelvas queriéndome
comer tres veces al día,
como lo hacías domingos
y fiestas de gastar.

De allasango aquisitos seguirás,
Yo, aunque bese a alguien,
no volveré a besar
con el miedo ahogado,
con el alma abierta
y la vida en el aliento.

De aquisitos allasango
te quiero, me quieres,
de allasango aquisitos
me extrañas, te extraño.

Ansiosos esperamos, suspiramos...
porque yo estoy aquisitos
y tú estás allasango



Yo quisiera saber, ¿quién no ha caído, o al menos tropezado, antes los encantos de la mujer oriental?

28.3.07

Rodrigo Rojas y su danza del deseo

Hace algunos días recibí un nuevo comentario en un viejo artículo que había escrito sobre mi amigo Rodrigo Rojas en el blog. Me lo escribía la reportera de una página web de cantautores en México: trovando.com. Ella lo había entrevistado antes del sábado 17 de marzo, día en que Rodrigo presentó el segundo disco de su historia: "La danza del deseo", en el teatro Lenin del D.F.
Rojas consideró incluso sus canciones que le parecían desechables y, junto al productor Juan Carlos Noroña, luego de haber escuchando casi un centenar de composiciones, eligió cuidadosamente las doce que cerrarían sus cinco años de inédito y armónico silencio.
Durante la grabación secó, refrescó y volvió a secar la garganta sin dar cuenta de las lunas y soles que pasaban, sin tiempo para recordar su primera época en los boliches del D.F., donde llegó a pasar hasta catorce turnos de canciones propias y ajenas en un fin de semana. Liberándose, evocó el sentimiento de la primera vez, y así perpetró su voz y su guitarra acompañadas del profesionalismo de sus músicos. Calibrados por el español Pepe Loeches (Ganador de varios Grammy´s como ingeniero de sonido), sus acordes recibieron el trato merecido.
"Cantá con el alma, como sueles hacerlo" le dije la mañana de ese sábado, y las ganas de haber estado allí se patentaron cuando me contó que su mujer fue capaz de cargarse su nerviosidad en la espalda, dejándole el alivio del que se deja llevar por sus propias canciones, su humor, sus ideas, su capacidad de conversar con el público. "Parecía haberme pasado una vida tocando con los músicos que me acompañaron. Las chicas lloraron con Tal vez, los bolivianos con Volver a La Paz..." me comentó entre otras cosas. Ya sé, ya sé, van a decir que es mi amigo y por eso tanta zalamería, yo sólo puedo decir: así es, y qué; pero les aconsejo que no se pierdan sus presentaciones cuando se de una vuelta por aquí en mayo, ofreciéndonos este señor trabajo.

14.3.07

Lectura en Caza Duende

Amigos bloggers: este jueves estaré leyendo y compartiendo algo de mi trabajo en el aniversario de la "Caza Duende", a las 9:30 p.m. El boliche queda entre Sagárnaga y Murillo, en la galería artesanal Chuquiago. Vayan pues... los esperaré con repertorio especialmente preparado, estaré vendiendo mi libro a 20 Bs.

6.3.07

Para ponerse melancólico

Para ponerse melancólico... ¿habrá mejor espacio que el primero que impone el domingo en la noche? En mi caso, no. Y dependiendo de la predisposición del espíritu, adentrarse en los recovecos de la memoria puede tornarse en un gran placer o en una tormentosa pena.
Ayer me tocó fumarme el aire del séptimo día junto con dos amigos que acompañan mis andanzas, con tropiezo y todo, desde pretéritos días en los que asistíamos puntualmente al colegio y éramos capaces de creer todas las bárbaras historias con moraleja que un cura o un profesor contara.
Lo peor no era la moralina, tampoco la enloquecida y alucinada manera en que solía enamorarme de una u otra chica. Lo peor era avergonzarse de los poemas y las sensaciones que me elevaban aún en la época universitaria y que todavía puedo seguir sintiendo, mas ya sin dispararme por los aires o ahogarme en cuentos de hadas.
De esos días quiero compartir algunos intentos de verso.

Propuesta

Si te animas a ser mi musa
ordeno tus pecas en constelaciones,
mido tus pestañas con los labios,
vuelvo melodía los sonidos de tu voz.

Pongo a tus caderas bachata y lluvia,
tono transparente a tu mirada,
hielo en gotera por mi espalda
si te animas a ser mi musa.

Si te animas a ser mi musa...
ya lo estoy viviendo:
aroma de jazmines en tu cuello,
rituales para el movimiento de tus cejas,
roce suave a tu sonrisa.

Senderos de mis dedos en tus manos,
estación prohibida tus pechos,
transporte a lo eterno tu pubis
si te atreves a ser mi musa.


Shoots

I
tengo la esperanza
de que me sorprendas con un beso
cuando pierda la esperanza

II
hoy, pero solamente hoy
te juro amor eterno

8.2.07

Denuncia

Esta es la transcripción de una denuncia de maltrato presentada por el secretario general de alguna comunidad yungueña a la oficina de Defensoría de la niñez y adolescencia del municipio pertinente.

Yo, Ruth Noemí, menor de edad, sin portar ningún documento natural de Maticuni de Provincia Sud Yungas del departamento de La Paz, y domiciliada en esta comunidad de San José, me hago presente y denuncio que mi persona ha venido soportando maltratos por parte de mi madre y de mi padrastro.
Esto empieza cuando vivíamos en la comunidad Chaqueti. Yo era menor todavía. Me dejaban en la casa y yo tenía que hacer de todo: cocinar, lavar ropa y atender a mi hermanito. Como era menor todavía, me olvidaba de hacer. Entonces empezaron a huasquearme con cualquier objeto que encontraban, porque a esa edad no podía hacer ese trabajo. Soportaba toda clase de maltrato por parte de mis padres.
Un día me decidí ir adonde vivía mi abuelo, y me fui. Me recibió, le ayudaba a cuidar el ganado. Ella pareció una mañana y me llamó de ocultas, me habló diciendo vamonos, porque el abuelo no te atenderá como yo, tu madre. Para irme dejé el bulto que cargaba, lo dejamos en el camino.
Una vez que llegamos a las casa volvió el trato que siempre recibía, pero con más fuerza. Luego nos fuimos a otra comunidad, San Lorenzo. También seguía el maltrato y los trabajos fuertes. De todo lo que pasaba yo era culpable. Se peleaban, yo era culpable. No se peleaban, yo era culpable. Me huasqueaban con lo que encontraban porque no podía avanzar el trabajo.
Soporté el tiempo que estábamos en San Lorenzo. Nos venimos a San José, donde mi tía Dionicia Mamani que le dio terreno a mi mamá. Trabajamos ahí. En el trabajo siempre me han tratado como si yo fuera gente o trabajador. En cambio mi hermanito era mimado. Se lloraba, yo era culpable; se peleaban, también. Entonces yo sé cosechar, masir, traer plátano, cocinar, lavar ropa. Ni así estaban conformes.
Seguía el maltrato de mi mamá, huasqueándome. Lo propio mi padrastro, amenazando de todo si hablas de esto a la gente. Por eso no avisaba a mi tía ni a mi abuela. Si discutía era peor, ya mi padrastro salía con patadas, sopapos hasta sacar sangre. Un día hasta me arrojaron con piedra en la cabeza; me estaba queriendo escapar a otro lado, no me acuerdo nada más. Cuando me he dado cuenta, ya me habían estado arrastrando entre los dos a la casa. Pura sangre.
Pedí disculpas a mi padrastro, me dijo: más bien puedes irte donde tu papá y no me vuelvas aquí, no quiero que rondes por aquí como perra. Por varias ocasiones pedí disculpas a mi padrastro: disculpame papi. No entendía. Más bien me castigaron con trabajos duros y sólo tomaba un té mientras ellos se cocinaban y comían. Para comer tranquilos me mandaban a mí primero al trabajo.
Todo esto soportaba. En el trabajo tenía que igualarlos, si no puedes irte de aquí. Tanto no podía soportar y a veces pensaba retirarme. A veces me iba a dormir al monte cuando me huasqueaban. A media noche me despertaba en pleno frío y retornaba a mi casa. Ya no querían recibirme, tenía que pedir disculpas. En una oportunidad me fui a dormir al monte y llegué al día siguiente. Me dijeron dónde dormiste, seguro con tu chango; porque quieres changuear, por eso fuiste al monte. Volví al monte a dormir dos noches, volví donde ellos. Me dieron trabajo duro, hasta fumigaba el cocal. Recibí maltrato por mi mamá y también por mi padrastro hasta tarde.
Pedía permiso a mi mamá para visitar a mi tía. Me amenazaban con cortar mi pie. También en fiesta de Todos Santos me pegó mi padrastro sin motivo. Sólo porque acompañaba a mi amiga y él pensó mal. Se enteró el abuelo y encargó a los dos, sin reñir a nadie, que tengan cuidado con la Ruth Noemí. Seguían pegándome. Por último me decidí abandonar la casa de mi mamá y me fui donde mi abuelo el día lunes 17 de enero de 2005 años, no podía aguantar más.

30.1.07

Consuelo de pajas

Qué difícil es esta soledad rodeada de letras que ya no dicen nada. Me gusta jugar a que nací con el corazón al revés, o bien, amarrado a la cabeza. Pero es inevitable: ahí está la puerta al silencio, del otro lado, sus secretos. Aunque no la vaya a abrir, está ahí. Así que ando por el cuarto, haciéndome el loco ante lo inexorable, mirando de reojo la noche. Me consuela la idea de encender una fogata en pleno altiplano... yo siempre consolándome con humeantes pajas de fueguitos perecederos.

18.1.07

Isla del Sol



Volviendo de la Isla del Sol a casa uno se siente como si hubiese viajado a cien años luz de distancia, fuera de toda lógica y medida de tiempo. La Isla del Sol tiene una manera propia de entender la vida, y cada uno de sus habitantes la encara de esta manera, arreando sus burros, pasteando sus ovejas, estándose en su sitio, como las piedras y los senderos que conducen, siempre, a la vista azul del lago Titicaca. Quien viaja a la Isla debe caminar presto a su silencio: al silencio de la Isla, al silencio propio.
Los más de los visitantes que deciden pasar la noche aquí, desembarcan en la parte sur, correspondiente a Yumani. En el puerto no faltará el niño presto a conducirlo en el asenso por las escalinatas. ¿Dónde se va a alojar?, pregunta Rodrigo con la misma apacibilidad que aguardará, entre tramo y tramo, al agitado viajante que parece cargar el alma dentro de su mochila.
Entre los pequeños senderos cercados de piedra, luego de subir los suficientes metros para perder el aliento, aparecen las primeras posadas, un poco más allá está la escuela de la comunidad y su cancha de fútbol, única superficie plana de la aldea. Quien suba hasta la cima, amén de hallar hospederías provistas de terrazas con sillas, mesas y sombrillas, avistará ambos lados del lago: el día que muere y renace en el horizonte de las aguas. Por un lado la Cordillera de los Andes bolivianos; al otro, la orilla del Perú, habitada de luces nocturnas.
Rumbeando las playas desiertas de la Isla hay chacras de haba, aquí y allá sembradíos de maíz y papa. La vegetación del frío se descubre en la imperdible caminata que va de Yumani, al sur, pasa por Challa, centro de la Isla, y termina en el norte, comunidad Challapampa.
A dos horas y más de paso regular, al final de una leve pendiente, el caminante avistará la magnitud de un espacio limpio que se abre como señalando el final del sendero. Es un lugar que recuerda al color verde, y a la gente se le da por sentarse a descansar en el suelo o en las piedras que rodean la planicie ataviada por nada más que una mesa de piedra y varios banquillos. Pocos metros más adelante, están los laberintos hechos de piedra sobre piedra, cubículos interconectados de una altura poco mayor al metro y medio. Ruinas atribuidas al incario o a Tiwanaku, no importa, lo que el espacio enseña es una cosa de siempre, un equilibrio dado por la tierra a la que el ánimo del viajante se somete seducido por la belleza: el agua, las piedras.
Se retomará el sendero allá donde se lo dejó, donde se quiebra formando una “v” para dar lugar al espacio abierto. En ese punto empieza el descenso hasta la comunidad de Challapampa, donde la arena es finísima y límpida y las cholitas juegan fútbol a orillas del lago. Hay pocos turistas y uno que otro lugar donde servirse una trucha fresca o bien un pejerrey.
Aquí se presenta la oportunidad de tomar un bote para retornar al otro lado de la Isla, pero no faltará quien decida hacer la caminata también de vuelta para comprobar que un camino siempre es también otro, igual que una buena historia cuando se vuelve sobre ella. Se podrá tomar el día entero en esta caminata, y aún quedarán imágenes pendientes, conversaciones con uno mismo, con el compañero o con la novia, fotos que no se vieron ni se guardaron en la retina además de las hermosas que se conserva. Así uno conserva en su fuero la promesa de volver a la Isla del sol, en Copacabana, Bolivia.


11.1.07

Del Espíritu Mayor

Hay una extraña relación entre los escritores como usted y los lectores como yo, me cuentan cosas que vengo buscando desde quién sabe cuando por haberlas visto antes en algún sueño o en algún lugar sin nombre. Me hacen pensar en que los refranes cotidianos no sirven para nada y en que las palabras aprendidas siempre dicen lo mismo, así que terminan sin decir absolutamente nada. Si se repiten demasiado, creérselas es mucho engaño para con uno mismo: que tengas un buen día, te mando un beso, te extraño, te quiero, te amo... Que los hechos cumpliesen lo que las palabras prometen sería distinto, el cantar fuera otro, pero son los mismos cafés y las mismas historias; salvo cuando se nos ocurre contar otras (las mismas pero distintas), o escribir un poema que le robe una sonrisa que yo entienda como promesa de cama u otras alas que hasta ahora no le he visto mover. Le tengo pavor a mi propia quietud que amenaza a diario y apuñala día por medio. A veces me duermo sin atisbos del acercamiento a mí mismo que logro con las palabras que recompongo de entre las que me enseñan. Ahora ninguna excusa me ata, la disciplina es esencial; se lograrán las palabras forjadas, el lenguaje de la tierra prometida, la poesía, y terminaremos haciendo el amor tal como el espíritu mayor manda.

8.1.07

Una ciudad late

Una ciudad late
con aires de pueblo.
Una mujer respira
tierra adentro, con
un niño inspirando
el calor del suelo
que jamás va a pisar.

Un villorrio a dos
pasos del cielo.
Corren sus penas
en un canto
sostenido de sueños:
dioses lisiados
sin derecho a espejos.

Así, así marchamos
sin rumbo alguno
pero pidiendo horizontes
al universo.

Así, así vivimos
bailando para pasar
de noche a un mañana
incierto.

Así como el que asiste
a su propio dolor
yo quisiera ver
los colores de mi pueblo.