9.11.07

Taller de expresión y creatividad y Un viaje al espacio

Hace algún tiempo comencé a dar apoyo psicopedagógico a Ernesto, quien resultó ser un amigo íntimo de la escritura creativa, ¡tiene unos cuentos fabulosos! Se entusiasmó con la idea del blog y de paso acrecentó mis ganas de realizar un taller de escritura creativa para niños, un taller como el que me hubiese gustado recibir de chango; al buen Pedro Grosmman le hubiese gustado recibir uno de teatro, como los muchos que ya dio, así dijo cuando le comenté mi inquietud, de modo que juntamos las ideas, las condimentamos con otras artes, y una vez sustentadas con herrameintas de la psicología, tenemos listo el taller. Va a empezar el 19 de noviembre, es para niños de 9 a 12, si quieren información, programa, costos y demás, escríbanme. Ahora les dejo el cuento que más me gusta de Ernesto, está también en su blog.

Un Viaje Al Espacio



En California (EEUU) había una vez un niño llamado Corbyn,
cuyos sueños eran viajar al espacio. Su casa era pequeña, pero con jardín muy amplio. El niño tenia 5 años, todas las tardes luego de volver del colegio trataba de inventar alguna maquina que lo llevase al espacio, pero siempre fallaba. Una vez cuando tenia 7 años se junto con los compañeros de universidad de su padre, eran 6: Willi, Raúl, Jackson, Matt, John y Andrés. Eran mecánicos y trataron de inventar varias maquinas en el jardín, pero ninguna les salió bien. Bueno, pero Corbyn no se rindió, siguió intentándolo. A sus 16 años inventó la radio pensando que eso lo tele-trasportaría al espacio, pero no, volvió a fallar. Cuando tuvo 19 años invento el avión pero no podría ir al espacio. Cuando tuvo 25 años tuvo dos hijos, y cuando uno de ellos tuvo 10 años y el otro tenia 5 años el ya tenia 35. No sé qué problemas tuvo con su esposa, pero el tema es que se separaron. Él había escrito cuántas veces lo había intentado: “he intentado 15756 veces” dijo Corbyn, “pero no lo he logrado nunca”, en ese momento entro su hijo y le dijo: “no te rindas papá, yo quise inventar el teléfono, lo intente varias veces y lo logré, nunca te rindas”. Entonces el hombre llamo a sus amigos: Pedro, Andrés, Tom, Mateo y Marcelo, y comenzaron a armar su maquina. Luego de intentar como 20 veces lo lograron. El hombre viajó durante 15 días, muy feliz por su logro. Al volver le dio cáncer a la sangre, pero por suerte tomando remedios y por curaciones se salvo. Muchos años después murió de vejez pero muy feliz y orgulloso de sí mismo

6.11.07

El amor perjudica

“El amor perjudica, cuando uno se quiere tirar a una mujer puede hacer mil cosas con un objetivo claro, en cambio, cuando se enamora, hace diez mil sin saber por qué o para qué”, los parroquianos ovacionamos el aforismo y secamos nuestros vasos, listos para servir más cerveza. Por su puesto, coincidimos en que el amor es una borrachera como cualquier otra, así que lo fundamental radica en seguir borracho. Cuando uno está ebrio, no pretende un profundo cariño por el primer desconocido que se le aparece en frente, ¡en verdad lo siente!, aunque sea por ese instante. Lo malo, o quizá lo bueno, es la inevitable resaca. Así como el tiempo pasa, la resaca llega.
El amor es como la mítica escena de King Kong de 1933, que se supone sólo los espectadores de la premier lograron ver y que después se decidió omitir por su extrema violencia. Son los avances de esa comedia que todavía no nos ha decepcionado. Es como el sexo antes de experimentarlo, y podría quedarse en la memoria como la híbrida sensación y el dejo de dolor de la primera vez. El amor es el más bajo recurso del demonio, que a nombre de Dios se hace millonario vendiendo ilusiones. Y vende como quiere repitiendo la melosa receta de telenovela: intrigas a lo largo de quinientos capítulos comandados por el desencuentro, donde fugaces ritos de apareamiento sostienen el amor, ¿cómo logran sostener la ilusión? Gracias a que el amor es la borrachera que más tiempo se puede sostener en la cuerda floja, pero mientras más tarde en llegar el chaqui es peor. Ha pasado un minuto de la media noche y cenicienta sigue con el traje de luces, pasan dos semanas, un mes, tres, y todavía despierta en la mañana peinada y radiante, puede pasar mucha agua por el río antes de que te atrevas a ver la realidad: con es culito hermoso no caga bombones y el olor que le baja cada veintiocho días es de los peores que hay. Ese imbécil te dijo lo que querías escuchar, el viejo truco de bajar el cielo y las estrellas está en todos los manuales, lo peor es que probablemente él también se lo haya creído.
Puedes tener construido una relación realmente linda, y el amor llega a través de los ojos de esa rubia que te mira en el café y te recuerda el primer amor nunca concretado en el colegio. ¿Cómo habría sido si pasaba algo con ella? Te preguntas una y otra vez, y en el fondo entiendes que era una lotería, nunca sabrás quién era la persona detrás de la sonrisa seductora, ¿cómo vas a saberlo? Estabas enamorado, casi ciego, cojo después de tropezarte con ese bache por estar viéndola en la tele, deshojando margaritas en una propaganda, o del otro lado de la vitrina de esa discoteca a la que no te dejaron entrar. Llamamos amor a la urgencia de nuestro sexo, a las pajas que obstruyen el discurrir de ideas en nuestra cabeza.
¿Sirve para algo el amor? Supongo que su función acaba cuando te acercas a la presa, pero empieza a podrirse en el mismo instante en que dilatas el encuentro con la persona. Ahí está el negocio de las transnacionales. Enamorarse podría ser divino, pero desenamorarse es aprender a ser humano. Al final de cuentas la trampa del amor va a estar ahí siempre, el asunto es dominarlo, dejar de utilizarlo como excusa para evitar vivir. ¡Salud! Por la extinción del amor.